En su sentido más puro, la “invención” puede definirse como la creación de un producto o la introducción de un proceso por primera vez. La “innovación”, por otro lado, ocurre si alguien mejora o hace una contribución significativa a un producto, proceso o servicio existente. En otras palabras, están, como Andrew Wyckoff, Director de la Dirección de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI) de la OCDE, relacionados pero no idénticos. La innovación fluye de la invención. Es una competencia central, buscada tanto por empresas como por gobiernos. Y los países que aprovechan la innovación y el espíritu empresarial como motores de nuevas fuentes de crecimiento tendrán más probabilidades de retirarse y mantenerse fuera de la recesión.

Considere el microprocesador. Alguien inventó el microprocesador. Pero por sí solo, el microprocesador no era más que otra pieza en la placa de circuito. Es lo que se hizo con esa pieza, los cientos de miles de productos, procesos y servicios que evolucionaron a partir de la invención del microprocesador, lo que requirió innovación. Lo mismo puede decirse de Internet, tal como la entendemos hoy. O el omnipresente iPhone de Apple, donde Apple tomó una categoría de producto estancada, el teléfono móvil, y replanteó por completo cómo podría usarse. Tomaron una categoría de producto existente y tecnologías existentes, pero aún así reformaron de alguna manera la sociedad moderna. Las innovaciones de Apple en diseño e interfaz de usuario provocaron una revolución tecnológica.

En general, la mayoría de los gobiernos nacionales y subnacionales han desarrollado algunos marcos de políticas para fomentar la innovación. ¿Por qué no? Después de todo, se dice que la innovación impulsa el crecimiento. No menos autoridad de la que afirmó el gran Joseph Schumpeter. Como resultado, ha habido una notable convergencia de opiniones sobre la importancia de la investigación y el desarrollo (I + D), aunque todavía existe una diversidad considerable sobre las mejores políticas para fomentarla. Y también es el caso de que la innovación per se no es una píldora mágica que resolverá muchas de las aflicciones actuales que aquejan a nuestra economía moderna del siglo XXI: la creciente desigualdad, por citar un ejemplo, o la “uberización” de nuestra economía, como otro problema preocupante. ejemplo que Wyckoff cita en la entrevista a continuación. Como deja en claro la entrevista, Wyckoff es un campeón de la innovación, pero no una animadora sin sentido.